*Por María del Carmen Arias
Cuerpo e
imágenes, dos temas que esta Jornada nos invita a trabajar.
¿Pero que
decir cuando hablamos de la imagen en singular, dando peso a esta unidad?
Como punto
de partida tenemos el cuerpo como imagen que se presenta tempranamente en el
estadio del espejo, soporte identificatorio en el registro imaginario, instancia del yo ideal
referida a la imagen especular, cuerpo como totalidad. Lacan lo escribe como
i(a).
Pero también
se hace presente al mismo tiempo, el drama entre la prematuración y la
anticipación, la dehiscencia
La
dehiscencia tiene que ver en el ámbito sanitario con la abertura espontánea de
una zona suturada de una herida, quedando los bordes de la herida separados,
sin cumplirse el propósito de la sutura.
Podríamos también
decir que la mancha, el agujero, el
hueco que afecta a la imagen dan la idea
de una virtualidad y su resto, siendo esta la puerta de entrada del psicoanálisis.
En la
actualidad vemos el empuje hacia una realidad
virtual que intenta separarse de lo Real como imposible de representar.
Hay una fetichización de la imagen exterior del cuerpo. Nuevo objeto en el
zenit del universo social. Promoción del semblante ¿suplencias imaginarias?,
¿imperio del narcisismo? .Que decir del
imperio de las selfies, el crecimiento de los encuentros de cosplayer,
etc.
Pero también
se nos presenta un cuerpo despedazado en la multiplicidad de imágenes que
muestran su interior en el empuje a dar a ver más y más.
Hace unos
meses se anunciaba que en el Reino Unido
se había agotado un vibrador con cámara que servia para obtener selfies
vaginales que se pueden bajar a face time y a la computadora por smartphone. Se
logra ver que pasa en el interior de la vagina, las variaciones en el climax. Se
garantizan horas de diversión y un mejor conocimiento del cuerpo. Se trata de
jugar, explorar y aprender al mismo tiempo según dice la propaganda.
Lacan a lo
largo de su enseñanza va a sostener que lo imaginario es el cuerpo, hay una
afinidad entre lo imaginario y el cuerpo desde el espejo hasta los nudos.
En el año 77
Miller nos habla de “La imagen reina”[1]
y en el 2015, recientemente en San Pablo, hablamos de “El imperio de las
imágenes”[2]
.concepciones distintas, de distintas épocas, referidas a la imagen que
conviene que intentemos despejar .
La imagen
reina es introducida en lo imaginario
como homologa al significante amo en lo simbólico. Son esas imágenes
donde se concentran los dichos del paciente o las deducciones del analista, las
que subsisten en un análisis ante el naufragio del mundo de las imágenes por la
supremacía de lo simbólico.
Ellas son
solo 3:1) El propio cuerpo; 2)El cuerpo del Otro; 3)El falo.
Estas
imágenes reinas se coordinan con el goce del sujeto.
Respecto al
cuerpo propio el operador que actúa en el campo de la visión es el espejo, es
una forma visual adquirida donde el goce como jubilo ante la imagen esta
presente. Goce imaginario que constituye la matriz del yo y la idea de si mismo como cuerpo.
Si el espejo
es el lugar donde el sujeto se ve, sede de las identificaciones imaginarias, el
Ideal del yo es el punto de basta de las identificaciones imaginarias, es su
anclaje simbólico, es el lugar desde donde el sujeto se mira.
En el seminario 5 Lacan aborda el tercer
tiempo del Edipo afirmando que ahí se produce una verdadera transformación, el
sujeto sale nuevo por el Ideal del yo.
El sujeto se
viste con las insignias del Otro y esto se hace a nivel paterno. Es el padre
que dice si, que tiene, que da, que promete para el futuro. A partir de ahí se
establece el que es ser hombre y que es ser mujer, identificación con el tipo
ideal de su sexo.
Pero sabemos
que la constitución del Ideal del yo lleva su tiempo, la tesis de Alexandre
Stevens[3]
es que la constitución “decisiva” del Ideal del yo se produce en la
adolescencia y es central para su salida.
Aunque hoy
vemos que la salida suele ser una opción que el sujeto no elige, y eso nos
lleva a pensar en la prolongación de la adolescencia o la procrastinación de su
salida.
En la
actualidad la situación ha cambiado. Las imágenes imperan sin vehiculizar
sentido, leyes o normas. Nos esclavizan, muestran una sociedad hiperconectada,
parece no haber diferencia entre lo real y lo virtual, producen
transformaciones sobre la vida de los individuos y también sobre el cuerpo.
No se trata
de la imagen reina sino del velo de Maya, telaraña del imperio de las imágenes que se proyectan
sobre el lenguaje, convirtiéndose a veces en referencias
El padre del 3º tiempo del Edipo ha desfallecido y los semblantes hombre y
mujer ya no ordenan como antes.
El falo que
es el operador en la relación entre los sexos, en la relación con el cuerpo del
otro, también esta devaluado, asistimos a un impedimento en los encuentros con
el Otro sexo. Hay estudios y estadísticas que revelan que los jóvenes japoneses
se muestran cada vez menos interesados por las relaciones sexuales, hay una
baja de la natalidad considerable. Pero paradójicamente fabrican muñecas inflables cada vez más perfectas,
consumen cada vez más pornografía y hay
un aumento del consumo de juguetes eróticos.
Se hace
evidente que es cada vez mas difícil la relación de los sexos entre si, pero
sigue habiendo sexo, o sea goce, por eso
nos ocupamos del cuerpo.
Respecto a
este punto vale la pena detenernos en un periodo que Freud ubica como la
metamorfosis de la pubertad y Lacan alude con el despertar de la primavera,
momento de transformación estructural donde además se reflejan con intensidad
los cambios de época.
Momento de
irrupción de lo traumático como lo imposible de saber frente a la inminencia
del encuentro con el otro sexo. Momento en que se pone en evidencia la no relación
sexual ya que no hay complementariedad entre el goce femenino y masculino, tampoco
hay relación lógica o matemática en lo sexual que pueda venir en auxilio.
Se trata de
lo real del sexo que irrumpe como escansión, como corte con la sexualidad
infantil, como déficit de saber y que afecta a cada uno, sobre todo en lo que
se refiere al cuerpo no solo como imagen, sino también habitado por el empuje
de lo sexual.
Momento de
ensayo de respuestas sintomáticas individuales que pondrán a prueba los
recursos con que cada uno cuenta que harán posible o no el encuentro sexual.
Lo nuevo es
la incidencia de las imágenes a partir de las nuevas tecnologías donde algo no
se detiene, donde a veces se dificulta la instalación de la transferencia,
donde no hay lugar para las palabras cuando las imágenes imperan.
El saber también
cambia ya que se dispone de el inmediatamente, esta en Google. Ya no hay que ir
a buscarlo al campo del Otro (maestros, padres, psicoanalista).Hay una
autoerótica del saber que es distinta a la erótica que pasaba por el Otro.
Si nos
prestamos a la escucha analítica, algo
puede deslizarse, que el analista recorta y el sujeto puede empezar a
implicarse.
Es así que
las imágenes pueden operar como obstáculo o como recurso en el encuentro con un
analista. No se trata de demonizar lo nuevo.
En “El ser y el uno”[4]
Miller va a decir que no podemos contentarnos ya con hablar de sujeto, decir
que la experiencia analítica se ubica en la experiencia del sujeto de la
palabra. Estamos obligados a poner el cuerpo.
El cuerpo no
es considerado como un cuerpo que goza, sino un cuerpo en tanto se goza. O sea,
es la traducción lacaniana de lo que
Freud designa como autoerotismo. No es el cuerpo que correspondería a la
relación sexual, es un goce que no
guarda la menor relación con la relación sexual.
Si en un
principio Lacan logra hacer de la
identificación de Freud la base de la identidad del sujeto, con la primacía del
Otro, esto hoy no se sostiene como vemos en muchos de los casos que se nos
presentan y nos remite al reverso de la enseñanza de lacan.
Hay un
principio de identidad distinto, ya no
es el cuerpo del Otro sino el propio cuerpo. No hay identificación, hay pertenencia, propiedad. No se es un cuerpo, se
tiene un cuerpo.
La única
consistencia es el cuerpo va a decir Lacan cuando se refiere a los nudos,
sosteniendo que se trata de una consistencia imaginaria.
La afirmación
de Lacan, no hay relación sexual, repercute en la primacía del autoerotismo.
Por eso se
trata de leer tres proposiciones en forma correlativa, articuladas: el auto
goce del cuerpo, el no hay relación sexual y el hay de lo Uno. Esta perspectiva
imprime una dirección a la cura analítica y una escucha a la altura de la
época.
Recorto un
ejemplo de un caso clínico que recuerdo de un libro de Eric Laurent y otros
autores[5].
Una
adolescente que no se sabe bien en que borde clínico esta. Sufre de un impulso a cortarse que no puede
frenar.
Marcas en el
cuerpo que no paran, de las que nada se dice, hay silencio y marcas en el
cuerpo. Parece que estamos frente a una desabonada del inconciente…
transferencial.
Manda mensajes
de texto, en las entrevistas no habla. La analista toma los mensajes de texto y
su escritura para sacarlos del silencio, es un recurso que utiliza, no descarta
y es lo que la lleva posteriormente a la
paciente a comentar esos mensajes.
E. Laurent
hace una puntuación del caso refiriéndose a los cortes, y el silencio,
dice: se trata del uno, uno y uno que no cesa y no se engancha en la cadena significante
S1----S2
Es una
encarnación de la oposición entre el
significante uno que repite el goce, opuesto al registro del significante
unario, corte simbólico. Un caso paradigmático para tocar la oposición entre
los dos registros.
Hasta acá mi
intervención que espero sirva de apertura, de disparador a lo que podrá ser trabajado en el transcurso
de estas jornadas.
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