*Por Graciela Giraldi, miembro de la EOL, la AMP y
ERINDA
Extracto del libro de
su autoría: “¿Cómo interpretar al niño y al adolescente hoy?”, Editorial Homo
Sapiens, Rosario, Argentina.
La palabra adolescencia reúne una variedad de
significaciones. Una de ellas, está construida en torno a una franja de edad
cronológica que se fue modificando a lo largo de las civilizaciones y que hoy
día traspasa las dos décadas; otra es la comportamental o psicológica, que
varía según los semblantes vigentes de cada época; y también tenemos la
interpretación biológica del criterio médico.
Hoy por hoy, existe un mercado específico para el
consumo de los adolescentes que comprende: vestimenta, tatuajes, gadgets de uso
virtual y material pornográfico.
El psicoanalista Jacques-Alain Miller destacó en
su intervención de clausura de la 3ª Jornada del Institut de l´enfant
“Interpretar al niño”, Palais de Congrès de Issy-Les-Moulineaux, 21/3/2015, la
incidencia del mundo virtual en las vivencias del adolescente actual sobre el
ejercicio autoerótico del saber, que ya no necesita ir a buscarlo en el otro
pues la máquina misma se lo provee.
Miller utiliza la fórmula Lacaniana de: “el
saber en el bolsillo”, en tanto el sujeto no tiene necesidad de pasar por una
estrategia con el deseo del otro. Hoy hay una erótica del saber que es
diferente de la erótica del saber que prevalecía antiguamente, porque aquella
pasaba por la experiencia del lazo al otro.
También es destacable que el tipo de
socialización sintomática que practican los adolescentes no es por
identificación a Ideales sino a modos de gozar: alcoholizarse, fumar, deportes
de riesgo.
Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis, no
habló de adolescencia sino de pubertad para referirse a un estado de conmoción,
de metamorfosis y de transformación subjetiva del púber en relación a su ser
sexuado.
Es decir, que más allá de los cambios
funcionales hormonales y orgánicos manifestados por el crecimiento disarmónico
del cuerpo, la aparición del bello pubeano en las zonas genitales, el púber es
aquél que despierta del sueño de su niñez de una manera brusca y traumática,
pues se enfrenta al otro sexo y no sabe qué hacer con él.
Porque, a diferencia de los animales que poseen
el instinto que los empuja al apareamiento, los seres humanos no contamos con un
programa biológico que determine y organice nuestra vida erótica.
Entonces, la pubertad es uno de esos momentos
de la existencia en donde el ser hablante se encuentra con la conmoción de la
falta de encaje armónico con el Otro sexo. De allí que resulta habitual que en
los lugares de encuentro los varones se agrupen por un lado y las chicas por
otro.
En el púber, también se modifica la imagen del
cuerpo y es común que lo pase mirándose al espejo, intentando acomodarse a su
nueva imagen.
¿Cuál es la salida para el púber que vive este
sacudón en su existencia?.
La solución subjetiva es encontrar para su “Yo”
otra forma distinta a la que sus padres depositaron en él cuando era niño. Para
ello es necesario que se oriente por el Ideal que está fuera de él, es decir,
en los otros.
Y esa elección se hace en la adolescencia.
¿Qué quiere decir constituirse un Ideal del Yo?.
Es poder hacer una nueva elección de vida:
estudiar una carrera profesional, realizar un lazo laboral, sostener el lazo
amoroso con su partenaire, la práctica de un deporte.
Es decir, que la salida adolescente es hacerse
una nueva forma de vida que le otorga una satisfacción particular, lo que no
implica que su grupo familiar esté satisfecho con su elección.
Esta elección que se funda en un deseo singular
se lee en los dichos: soy escritor de alma, enloquezco si no pinto un día, es
más fuerte que yo competir en natación, de chiquito ya me gustaba el trabajo
con las computadoras, etc.
El Ideal del Yo está orientado por el orden
simbólico.
Pero hay una dificultad en nuestra época porque
la palabra perdió su peso en los lazos sociales, la autoridad paterna se licuó,
y las Instituciones educativas como también las deportivas, que eran refugio
para los adolescentes, han entrado en crisis.
El desfallecimiento simbólico, la caída de los
Ideales, y la sobrevaloración de los objetos de consumo que el mercado produce
para los adolescentes dificultan el trabajo de búsqueda del sujeto en encontrar
un Ideal para su Yo.
El psicoanálisis, lejos de plantear una
restauración de la figura paterna, apuesta al recurso de cada ser hablante: su
síntoma.
¿Por qué el síntoma es la brújula del ser
hablante?
Ubicamos que el síntoma tiene dos caras: Una es
la oscura y molesta que se nos atraviesa como una espina en la garganta y nos
empuja a buscar ayuda.
Hoy día, es común que al adolescente lo
acompañen sus padres a la consulta ante síntomas de adicciones al alcohol y a
los tóxicos, donde no hay implicación subjetiva, falta el deseo de querer saber
qué me está pasando.
El problema, a conmover de entrada, es que
quien padece una adicción se presenta nombrándose adicto, aunque exprese que
domina la situación y que puede dejar al objeto si se lo propone.
Entre los malestares frecuentes de los
adolescentes se plantean las inhibiciones en lo laboral y en sus estudios, que
se acompañan muchas veces de un afecto de tristeza, producto de bajar los
brazos por renunciar a sus deseos ante mínimas frustraciones que tienen con sus
emprendimientos.
Otras dolencias actuales de los adolescentes
como la anorexia, la bulimia, la angustia de pánico, los pasajes al acto
delictivos, el aburrimiento y las depresiones tampoco se acompañan del querer
saber del paciente sobre qué le está pasando.
En estos síntomas, la subjetividad queda
subsumida ante el exceso de goce, respondiendo al imperativo de nuestra época
que empuja a gozar sin impedimentos y sin límites, hasta la muerte misma, como
en algunos casos de adicciones tóxicas.
Podemos leer que nuestro mundo globalizado nos
inunda con órdenes de consumo de cualquier cosa para tener éxito y ser felices.
Y, especialmente los adolescentes son muy
receptivos a ello porque están en el
tiempo lógico de búsqueda de soluciones para su vida.
De allí que, cuando el adolescente está en esa
encrucijada aparece el síntoma como una piedra en su camino para indicarle que
pare, que se detenga a pensar qué le pasa.
El
psicoanálisis aloja al síntoma pues se apoya en el principio de que no hay
subjetividad sin síntoma.
En esa perspectiva, hacer un psicoanálisis no
es sin el síntoma que empuja a la consulta por el malestar que irrumpe
bruscamente en la vida de alguien.
Durante la experiencia analítica el síntoma será
la brújula del analizante; y al final del análisis la herramienta que lo enlaza
satisfactoriamente a los otros, así como lo son la escritura del escritor, las
obras del artesano, el ojo clínico del médico, el hacer habitable un vacío del
arquitecto.